Parte 2 – El método casero: tradición, trucos y un poco de ciencia.

A lo largo de la historia de la joyería, muchos son los trucos tradicionalmente utilizados para saber si nos enfrentamos a un diamante o a su imitación. Pero a pesar de su generalizada aplicación, no son más que indicios o pruebas no concluyentes en las que nunca debemos basar nuestra decisión final, sino recurrir a métodos de carácter más científico, para estar realmente seguro de nuestra respuesta (métodos que analizamos en nuestro anterior post). Ahora bien, si carecemos de la herramienta técnica necesaria y debemos emitir una simple opinión o un juicio no vinculante, podemos recurrir a una serie de trucos o métodos sin base científica, que nos pueden dar una primera impresión bastante eficaz.

 

Los métodos tradicionales más usados para la identificación de diamantes, son los siguientes:

 1. LECTURA AL TRAVÉS 

Esta prueba consiste en colocar la tabla de la piedra sobre un folio y tratar de observar la imagen de las letras o líneas a través de la piedra. La explicación científica de esta técnica se basa en que el diamante es la única gema que en una talla brillante bien proporcionada no permite la lectura al través gracias a los fenómenos ópticos de refracción y reflexión de la luz que se producen en su interior. La imagen no traspasa la piedra, porque se refleja en las facetas.

Debido al pequeño tamaño de los brillantes, generalmente se traza una línea o pequeño punto en un folio en blanco, por el que se hace pasar la tabla de la piedra analizada, ya que generalmente los textos son de mucho mayor tamaño y resulta más confusa su observación. Si la línea desaparece se trata de un diamante, ninguna otra gema consigue ese efecto. Si por el contrario podemos apreciar la línea con claridad, la prueba no resulta concluyente al poder tratarse de cualquier otra gema o de un diamante talla brillante con una talla desproporcionada.

2. RAYADO CON FRESA MECÁNICA

Esta prueba, aunque bastante extendida, no es nada recomendable debido al deterioro que sufren las piedras en el caso de no ser diamantes. El diamante es la materia más dura y resistente al rayado, por lo que puede rayar a cualquier gema pero sólo puede ser rayado por otro diamante. Así pues, su dureza es comprobable sometiendo a la piedra a un ligero rayado en una superficie que no afecte demasiado el brillo, friccionándola con una pequeña fresa que no sea de diamante. Si la piedra no se raya, se trata de diamante y si por el contrario sufre algún desperfecto, se trata de una imitación. Pero insistimos, una prueba en la que se daña el objeto de análisis, es una prueba muy poco recomendable.

3. EXHALACIÓN O PRUEBA DEL VAHO

Si al someter al brillante a una leve exposición a vapor o incluso al vaho emitido por nuestras exhalaciones, se empaña y posteriormente se dispersa de manera instantánea, estaremos frente a un brillante. Si por el contrario la piedra se mantiene empañada o se desempaña progresivamente por zonas, se trata de una imitación. La explicación teórica de esta prueba, reside en la alta capacidad de dispersión del calor que posee el brillante, que hace que cuando es calentado en un punto, dicha energía no se concentre y se disperse rápidamente a todas las superficies de la gema. En este principio se basa también la herramienta digital denominada Tester o conductímetro, muy útil e infalible en la tarea de identificar brillantes, siendo una pieza indispensable para cualquier profesional de garantías.

4. PRUEBA DE INMERSIÓN Y PESO

Los valores de densidad o peso específico del brillante y sus posibles imitaciones son muy dispares, por lo que resulta fácil diferenciarlos, simplemente obteniendo el valor del peso.

En igualdad de tamaños y proporciones, el peso de una circonita dobla el del brillante. Así pues, si nos encontramos frente a una piedra desmontada, podemos realizar una comparativa con el peso de una circonita de iguales dimensiones. Podemos descartar que la piedra se trate de un brillante si el peso obtenido no es aproximadamente la mitad que el de la circonita tomada como referencia.

Otra prueba visual muy intuitiva y fácil de realizar, es la inmersión en agua. Para ello, llenamos un recipiente de agua y dejamos caer la piedra analizada desde la superficie hasta el fondo, observando y calculando la velocidad con la que cae y el tiempo que transcurre. Posteriormente, realizamos el mismo proceso con una circonita de iguales dimensiones a la piedra analizada y volvemos a observar la velocidad y tiempo transcurrido en depositarse en el fondo del mismo recipiente. Debido a que la densidad y peso son mucho mayores en la zirconita por su estructura cristalina, ésta alcanzará una mayor velocidad y tardará menos en depositarse en el fondo, siendo una diferencia fácilmente apreciable respecto al brillante.

 

5. EXAMEN ARISTAS A LUPA

Realizar un concienzudo análisis visual, con una lupa 10x, sobre las facetas y aristas, puede aportarnos una buena pista del material con el que tratamos. En el caso de los brillantes, la arista que separa dos facetas es muy viva y afilada, casi perfecta. Si las aristas no son cortantes, incluso un poco redondeadas, seguramente se trata de otro tipo de gema.

Podemos apreciar la perfección del corte de las arista situando la piedra sobre un foco de luz directa y moviéndola para que la luz refleje de una faceta a la siguiente.